Un viaje que transforma

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Durante diez días, más de setenta estudiantes de 4º y 5º año del Instituto Evangélico Americano participaron del tradicional Viaje a Escuelas Rurales de la provincia de Misiones, enmarcado dentro del Proyecto Acción Solidaria. Por Valentina Bragatto, Lautaro Crespo Alvarez, Sofía Guglielmino – 5º B COM

Desde el año 1990, el proyecto de Acción Solidaria lleva adelante distintas iniciativas con un propósito común: acompañar a comunidades rurales del norte del país y fomentar en los jóvenes la empatía, la responsabilidad y el valor de ayudar sin esperar nada a cambio. A lo largo del año, los alumnos organizan campañas y diversas actividades entre las cuales se destaca el viaje a Misiones en el mes de octubre.

El viaje no es un simple destino, sino el punto de llegada de un proceso de trabajo que se extiende durante meses. Cada año, grupos de alrededor de quince alumnos visitan distintas escuelas rurales, acompañados por docentes y exalumnos que se desempeñan como líderes. En total, participan más de setenta estudiantes distribuidos en cuatro escuelas, junto con los adultos que los guían.

El profesor Pedro Guglielmino, docente de Historia y Derecho y líder del proyecto, define la experiencia como “una revelación”. Explica que “es un viaje de continuo descubrir y descubrirse, de poder ser genuino con uno mismo sin necesidad de estar siendo observado o criticado”. Para él, lo más importante es que quienes viajan logren transmitir lo vivido a aquellos que no pudieron hacerlo, y así convertirse en “el factor multiplicador que necesita el proyecto”.

Esa sensación de descubrimiento se repite en los estudiantes. Renata Cadorin, alumna de 4º año, cuenta que decidió participar “por los valores que transmite el proyecto y por cómo hablaban los que ya habían viajado”. Al volver, asegura que “es algo que no se repite nunca más, ni como alumno, ni como exalumno ni como líder. Es una experiencia inexplicable”.

La profesora de Educación Física Valeria Lepera, también líder del grupo, coincide: “El viaje te transforma desde el primer momento. Pero el proyecto no empieza cuando subimos al micro, sino antes: en los encuentros, las campañas y el trabajo en equipo. Todo eso ya te cambia. Te enseña a dar sin esperar nada a cambio y a descubrir que en ese ayudar también te ayudás a vos mismo”.

Este año, el desafío fue especial: los grupos abrieron nuevas escuelas rurales para incorporar al proyecto. “Fue un momento muy importante —recuerda Guglielmino— porque teníamos que generar los primeros vínculos con directivos, docentes y estudiantes. Fue como una carta de presentación para lo que vendrá, y creo que lo logramos con creces.”

Para Nahuel Barceló, ex alumno y actual Preceptor de Nivel Secundario, la experiencia también tuvo un valor distinto: “Abrir una escuela fue algo innovador y muy lindo. Este año ya me sentía con más soltura y pude disfrutarlo de otra manera.”

Los vínculos entre los integrantes de cada grupo son otro de los puntos más destacados por los participantes. Renata afirma que “me llevé muy bien con todos, incluso con quienes no conocía. No hubo conflictos, fue todo muy natural”. Ramiro Sabio, ex alumno y también preceptor del colegio, sostiene que esa diversidad es clave: “Si viajás con tu mismo grupo de siempre, te quedás en tu zona conocida. Lo rico es poder encontrar un nuevo rol, conocerte de otra manera”.

La experiencia de convivencia se potencia gracias a una regla particular: durante los diez días del viaje, los estudiantes no llevan celular. “No tener el celular fue ideal —cuenta Renata—, me ayudó a estar más tranquila y disfrutar sin estar pendiente de nada.” Para Guglielmino, esta decisión es fundamental: “Permite conectarse con el otro desde un lugar diferente, más real”. Barceló agrega que “desconectarse del teléfono ya es una experiencia en sí misma. Si eso se combina con todo lo que se vive allá, es una explosión de cosas”.

En Misiones, los alumnos conviven con los niños y docentes de las escuelas rurales, organizan actividades, juegos y ferias con la ropa que recolectaron durante el año. Lo recaudado queda para las escuelas, que pueden destinarlo a mejoras edilicias o materiales. “Siempre me sorprende la predisposición y el respeto de los chicos de allá —destaca Guglielmino—. Tienen una alegría y una inocencia que conmueven.”

Renata recuerda emocionada la forma en que los recibieron: “Allá los nenes no te juzgan, disfrutan todo. Con que estés cinco minutos con ellos ya son felices. Es algo muy lindo que acá no siempre se ve”. Ramiro agrega que “antes el vínculo se limitaba a los días del viaje, pero ahora, gracias a las redes sociales, podemos mantener el contacto durante todo el año. Es muy lindo ver que te siguen escribiendo o te mandan mensajes desde allá”.

Los líderes coinciden en que el proyecto deja una huella profunda tanto en quienes viajan como en quienes los acompañan. “Por más que el proyecto está basado en ir a dar, son muchas más las cosas que uno se lleva —dice Barceló—. Esa gratificación de volver con más de lo que fuiste es lo que me sigue haciendo elegir viajar.” Lepera agrega que “los chicos vuelven distintos, más conscientes y más agradecidos. Y eso es lo más valioso: entender que el viaje es solo una parte de un proyecto que nos invita a ser mejores personas.” El Viaje a Misiones no es solo una visita geográfica: es un camino interior que deja huellas profundas en quienes lo viven. Entre paisajes, juegos y risas, los alumnos descubren que ayudar también significa transformarse.

Por Valentina Bragatto, Lautaro Crespo Alvarez, Sofía Guglielmino – 5º B COM

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