«Pasatiempo» por Bianca Pisano

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La alumna Bianca Pisano escribió este relato en el Taller de escritura a cargo de la Profesora Ana Carolina Battipede, en la materia Lengua y Literatura

Sofía era una chica de dieciocho años que vivía con su madre Julia y su abuela Marta. Las tres habían sido siempre muy unidas y mucho más luego del fallecimiento del padre de la niña, que había dejado un vacío muy grande en la casa. Pero cuando Sofía comenzó a crecer y entró en la adolescencia, las discusiones con su madre aumentaron y, en cada una de ellas, sus ojos azules como el mar se terminaban encendiendo en llamas de resentimiento y dolor.

En el día del cumpleaños de su abuela, Sofía y Julia habían discutido como era la costumbre, pero esta vez, la madre, enojada ante la actitud de su hija, le gritó que su padre estaría decepcionado de ella.

Sofía, con un río en sus lagrimales, fue en busca de su abuela, quien se encontraba en la cocina pesando la harina, el azúcar, la manteca y otros ingredientes para preparar su torta de cumpleaños. Al ver a su nieta de tal forma y notar que hablar del tema en ese momento le haría peor, decidió que distraerla sería la mejor opción, así es como comenzó a contarle la razón por la que ella amaba la cocina:

“Cuando tu padre murió, las horas del día parecían durar el doble y lo único en lo que pensaba era en él, por eso es que decidí ocupar mi tiempo en algo y se me ocurrió la idea de cocinar, sin saber que terminaría encontrando algo mucho más grande que un pasatiempo. Si lo analizás bien, la cocina es un arte de libre expresión en donde los sentimientos y pensamientos que tengas presentes se verán reflejados en lo que prepares, por eso, esa tarde decidí hacer la torta preferida de tu padre, la Marquise; y terminé dándome cuenta de que esa torta era una perfecta representación de él, de su

vida, su crecimiento y su personalidad. Sé que no entendés y que te resulta gracioso que tu abuela compare a tu padre con una torta, pero creeme que ya lo entenderás.

Mientras se derretía la manteca, pesé todos los ingredientes que tendría que utilizar y precalenté el horno. Al sonar el pitido del microondas sentí que comenzaba la actuación y decidí observar con mucho detalle cada paso que hacía, así fue que noté cómo el estado de la preparación variaba cada vez que se agregaba algún ingrediente. La liquidez de la manteca se terminaba al mezclarla con los granos de azúcar, pero volvía cuando incorporaba los huevos. La fuerza que ejercía mi brazo era cada vez más intensa, y al agregar el cacao y la harina, la preparación duplicó su tamaño y recordé lo difícil que había sido para mí y todo lo que había tenido que sacrificar al criar a mi hijo sola, viendo cómo crecía sin un padre y teniendo que ser mucho más fuerte con el paso de los años, para que él pudiera tener una vida digna. Su personalidad, que cada vez era más sólida, haciéndome frente, pidiendo explicaciones que no podía darle, era tan intensa como la mezcla que estaba intentando integrar.

Mientras la base de la torta se cocinaba, batí la crema con un poco de azúcar que comenzó a ganar aire, haciendo que se duplicara en tamaño y enchastre todo, pero que a la vez se mantuviera liviana y dulce, tal como tu padre que, aunque creciera e hiciera destrozos en la casa, siempre mantenía su característica dulzura. Luego, en tanto el brownie y la crema se enfriaban, corté frutos rojos y preparé a fuego bajo una mermelada en donde el ácido de los frutos y la dulzura del azúcar se fundían y burbujeaban, espesándose y tomando una perfecta consistencia y una manga repleta de un intenso dulce de leche.

Y finalmente, ahí estábamos, la torta prolijamente montada y yo. Me senté, probé una porción y sentí a mi hijo. Cada sabor por separado, cada textura y el conjunto en sí me recordó a él. El amargo del chocolate del brownie y la intensidad y pesadez del dulce de leche que se equilibraban a la perfección con la liviandad de esa crema chantilly y la acidez justa de la mermelada. Ese era tu padre, una mezcla perfecta de sabores y ahí, sola en la cocina, vi el reloj y me di cuenta de que había estado toda la tarde allí y que mi frustración e impotencia habían desaparecido.

Creeme, amor mío, que tu padre no estaría decepcionado de ti, ahora ve a buscar a tu madre y prepárenme la torta ustedes. Creo que les vendrá bien pasar tiempo juntas, recordar momentos y hallar nuevos significados en el arte de la cocina.”

Concluyendo con esta maravillosa nota y siendo la Marquise mi torta favorita también, puedo asegurarles a todos los amantes de la misma que “Pasatiempo Café” es el lugar indicado para ustedes y que Sofía y su esquina de recuerdos merecen una estrella Michelin.

Bianca Pisano, 5to. A Comunicación.

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